Muchos artistas ven en los conciertos una manera de ganar dinero, o quizá la única manera de ganarse la vida, y con ello dejan la puerta abierta a una forma de vida no exenta de riesgos, cambiante y muy inestable, ya que dependen de su contratación externa para salir adelante. A los grupos más punteros y comerciales la fórmula puede serles del todo rentable porque siempre habrá alguien que les contrate en sus giras maratonianas, pero a esos grupos que se encuentran en el medio de la tabla o aquellos que están comenzando, ¿quién les va a dar más de una oportunidad? Tendrán que luchar a brazo partido para darse a conocer en las ya masificadas redes sociales y crear así una demanda entre su público, tendrán que regalar sus creaciones para que alguien les escuche y sean de su agrado, tendrán que capear el temporal en tiempos de crisis como el presente para llegar a final de mes, tendrán,…
¡Tendrán que hacer tantas cosas!, y más ahora que los ayuntamientos ya no realizan esas contrataciones que antes quitaban el hipo a cualquiera para celebrar las maravillosas fiestas patronales o las ferias lugareñas correspondientes; ahora que los festivales rebajan los cachés de los artistas para conformar un cartel atractivo; ahora que las salas de conciertos de cualquier localidad nacional cobra un “alquiler” improcedente a las bandas por tocar en las mismas; ahora que la piratería invade las aspiraciones de cualquier creador; ahora que el consumo de música es cada vez más fugaz y vertiginoso; ahora que la SGAE se ha destapado como una organización con ánimo de lucro; precisamente ahora.
Si ellos mismos no lo remedian, muchos artistas tendrán que malvivir viajando de aquí para allá convirtiéndose en trovadores que antaño poblaban la geografía española, dejándose la piel en el camino y sin el reconocimiento de aquel pueblo que les considerará más que nunca como esos “titiriteros”. Los creadores y la industria discográfica deberán unirse para poner remedio a esta situación sangrante y hacer valer sus derechos inherentes, para adaptarse de una vez por todas a los tiempos modernos que corren y volver a entablar fórmulas comerciales que deberán pasar necesariamente por Internet y las nuevas tecnologías, eso sí, siempre estableciendo una nueva democracia de precios que atraiga a los consumidores de nuevo.
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