Los conciertos como futuro de la música

Cada vez es más frecuente la sensación generalizada de que los conciertos son el futuro de la música en España para cualquier artista, entendiendo así que la industria discográfica está finiquitada y que la única manera de hacer caja es por la vía del directo. Craso error esta creencia, ya que se está menospreciando la grabación de un disco, un trabajo necesario y perdurable que cuesta mucho tiempo, dinero y esfuerzo, amén de la cantidad de personal laboral especializado que ve peligrar su puesto de trabajo.

Todo el mundo está de acuerdo en que el imperio de las grandes multinacionales discográficas debía finalizar cuanto antes. Ese abuso obsceno que detentaban estaba llegando a límites insospechados, tanto para con los propios creadores musicales como para con el público que compraba los discos, aquellos mismos que estaban a un precio realmente desmedido. Pero de ahí a que la creación cultural sea un bien gratuito de uso y disfrute al libre albedrío de cualquiera parece cuando menos un menosprecio hacia los grupos y artistas, porque realizan un trabajo que en muchos casos no está valorado en su justa medida, al igual que el realizado por productores, técnicos de sonido, compositores y demás personal que trabaja para dar a luz aquellas canciones que finalmente llegan al consumidor. La composición musical en particular, y la cultura en general, no es una labor para degustar en barra libre, como todo trabajo debe ser remunerado al trabajador autónomo o por cuenta ajena.

Muchos artistas ven en los conciertos una manera de ganar dinero, o quizá la única manera de ganarse la vida, y con ello dejan la puerta abierta a una forma de vida no exenta de riesgos, cambiante y muy inestable, ya que dependen de su contratación externa para salir adelante. A los grupos más punteros y comerciales la fórmula puede serles del todo rentable porque siempre habrá alguien que les contrate en sus giras maratonianas, pero a esos grupos que se encuentran en el medio de la tabla o aquellos que están comenzando, ¿quién les va a dar más de una oportunidad? Tendrán que luchar a brazo partido para darse a conocer en las ya masificadas redes sociales y crear así una demanda entre su público, tendrán que regalar sus creaciones para que alguien les escuche y sean de su agrado, tendrán que capear el temporal en tiempos de crisis como el presente para llegar a final de mes, tendrán,…

¡Tendrán que hacer tantas cosas!, y más ahora que los ayuntamientos ya no realizan esas contrataciones que antes quitaban el hipo a cualquiera para celebrar las maravillosas fiestas patronales o las ferias lugareñas correspondientes; ahora que los festivales rebajan los cachés de los artistas para conformar un cartel atractivo; ahora que las salas de conciertos de cualquier localidad nacional cobra un “alquiler” improcedente a las bandas por tocar en las mismas; ahora que la piratería invade las aspiraciones de cualquier creador; ahora que el consumo de música es cada vez más fugaz y vertiginoso; ahora que la SGAE se ha destapado como una organización con ánimo de lucro; precisamente ahora.

Si ellos mismos no lo remedian, muchos artistas tendrán que malvivir viajando de aquí para allá convirtiéndose en trovadores que antaño poblaban la geografía española, dejándose la piel en el camino y sin el reconocimiento de aquel pueblo que les considerará más que nunca como esos “titiriteros”. Los creadores y la industria discográfica deberán unirse para poner remedio a esta situación sangrante y hacer valer sus derechos inherentes, para adaptarse de una vez por todas a los tiempos modernos que corren y volver a entablar fórmulas comerciales que deberán pasar necesariamente por Internet y las nuevas tecnologías, eso sí, siempre estableciendo una nueva democracia de precios que atraiga a los consumidores de nuevo.

Fotografía: Álvaro León.

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