Para nunca olvidar mis orígenes



Aquella noche descubrí a Héroes del Silencio en la vieja carpa del parque Pinar del Rey, iba con unos buenos amigos a disfrutar de feria, concierto y verbena. Era un buen plan, y se convirtió en una etapa que marcó mi vida y mis influencias musicales.

Nosotros éramos cuatro adolescentes en las fiestas de Hortaleza del 89, dispuestos a divertirnos sin mayores pretensiones. Cuando finalizó “Olvidados”, aquel grupo de Zaragoza me impactó por su poderoso directo.

Después llegaron otros míticos conciertos como el del antiguo rockódromo de la Casa del Campo con Loquillo y Los Trogloditas, el del Hipódromo de la Zarzuela, los del Palacio de los Deportes de Madrid o en las salas Aqualung y La Riviera.

Fui orgulloso fan adolescente de Héroes, que se convirtió en una de las mejores bandas de rock en español, con filias o fobias de público y crítica. Aquel cuento tuvo su traumático final, y generó en mí la más sincera repulsa hacia el grupo durante mucho tiempo, como si a un niño le quitaran su juguete favorito. Hace un par de años me reconcilié con su música y su historia, para nunca olvidar mis orígenes.





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